El objetivo máximo de la escuela no es el copiar conocimientos sino el producir conocimiento. Cuando hablamos de producción nos referimos a que cada ser humano está llamado a dar su contribución para mejorar como sociedad en armonía con la naturaleza. También podríamos retomar la significación del rendir unos frutos; eso es, el evidenciar que el aprendizaje no quedó para ser semilla muerta sino que está listo para acrecentarse y exhibir la belleza propia de un esfuerzo conceptual que se materializa en la concreción de un producto de conocimiento.
Cada clase debe evidenciar una apropiación del conocimiento mediante las estrategias por el docente diseñadas. Dicha apropiación puede ser observable de diversas formas: proyectos, conversatorios, escritos, juegos, competencias, muestras de arte, canciones, poemas, entre muchos más. Así, el estudiante comprenderá que el cuaderno no es el símbolo del aprendizaje sino un mero preparador para iniciar sus propios caminos hacia el conocimiento; comprenderá que el libro no es la única fuente de conocimiento sino un elemento más del cual puede adquirir información para ser verificada por él, con otras fuentes y otras personas, con la propia experiencia.
En muchas ocasiones se ha pensado que la clase termina cuando los niños han copiado cierta información en sus cuadernos, o cuando se les pone a consultar en fuentes externas lo que vieron durante la instrucción. Para nuestra escuela que busca ideales superiores, no ha de ser ese el fin de la búsqueda del conocimiento, sino una fase más en la construcción del mismo.
La siguiente gráfica nos muestra las habilidades de pensamiento estudiadas por psicólogo estadounidense Benjamin Bloom, las cuales nos sirven como punto de referencia para lograr alcanzar y desarrollar en nuestros estudiantes formas superiores de pensamiento.
Programa Todos a Aprender Lee - Institución Educativa Alfonso López Pumarejo 